¿La “Tierra 2.0” de TRAPPIST-1 resulta no ser tan hospitalaria como pensábamos? El planeta que muchos colocaron en la cúspide de la habitabilidad exoplanetaria acaba de recibir un devastador revés: todo indica que carece de atmósfera tal como la que envuelve nuestro planeta azul. Pero, ¿qué significa esto para la incansable búsqueda de mundos parecidos al nuestro? Vamos al detalle, paso por paso.
TRAPPIST-1 d: de promesa a desilusión exoplanetaria
Durante años, el exoplaneta TRAPPIST-1 d ha sido el centro de nuestras miradas. Un mundo rocoso, no tan distinto a la Tierra, instalado justo en lo que se define como la “zona habitable” de su estrella. Pero ese sueño ha chocado de frente con un dato demoledor: los últimos análisis, realizados con el telescopio espacial James Webb, no han encontrado señales de una atmósfera robusta a su alrededor, al menos no parecida a la que nosotros llamamos hogar.
Esto, en términos digeribles: sin una envoltura gaseosa suficiente, el agua líquida —y por tanto, la vida tal como la conocemos— lo tiene realmente crudo en la superficie de este planeta.
Una “zona habitable” más cerca, pero a toda pastilla
La estrella que manda en el sistema TRAPPIST-1 no es cualquier cosa. Se trata de una enana roja, pequeña y bastante más fría que nuestro Sol. Eso sitúa la zona habitable peligrosamente cerca del astro, obligando a sus planetas a bailar pegados a él. TRAPPIST-1 d es el tercero en ese vertiginoso carrusel: gira alrededor de la estrella a solo el 2% de la distancia Tierra-Sol. ¿El resultado? Su año —sí, su órbita completa— dura solo cuatro días terrestres.
La cercanía tiene su precio. Toda esa radiación, toda esa proximidad, hace prácticamente imposible conservar un escudo atmosférico al estilo terrestre. El James Webb, con su espectrógrafo del infrarrojo cercano (NIRSpec), ha barrido el planeta buscando pistas de agua, metano o CO2… Nada. Silencio atmosférico.
¿A qué se debe esa ausencia de atmósfera?
- Una opción: posee una atmósfera tan delgada que nuestros mejores instrumentos todavía no pueden captarla, algo en la línea de Marte.
- Otra posibilidad: nubes tan altas y densas que nos ciegan por completo, una especie de “Venus al extremo” donde ni el infrarrojo atraviesa la espesura.
- Y, por último, quizá TRAPPIST-1 d sea solo una roca pelada y estéril, un desierto a la deriva entre su estrella y el vacío.
Estas conjeturas siguen abiertas a futuros estudios, pero el diagnóstico por ahora no es halagüeño.
La maldición de las enanas rojas: radiación y supervivencia
Vivir cerca de una enana roja nunca fue sencillo. Estos soles, lejos de ser mansos, sueltan llamaradas de radiación capaces de destrozar cualquier capa atmosférica estable. Lo triste (y curioso) es que este tipo de estrellas son el “pan nuestro de cada día” en la Vía Láctea; son, de lejos, las más comunes. Por eso, encontrar un planeta que sobreviva a semejante bombardeo y mantenga una atmósfera es casi encontrar una aguja en el pajar cósmico.
El caso de TRAPPIST-1 d demuestra lo complicado que puede ser. Si resistir allí es imposible, parece que resistir en cualquier otro sitio semejante será, como mínimo, un desafío astronómico.
¿Y los otros planetas TRAPPIST-1? ¿Se esfuma la esperanza?
El sistema TRAPPIST-1 alberga siete planetas del tamaño de la Tierra, todos danzando en torno a la enana roja. Pero si el planeta d se despide de la lista de candidatos a “Tierra 2.0”, no todo está perdido.
- Los cuatro planetas exteriores —e, f, g y h— al recibir menos radiación, podrían tener mejores opciones…
- …aunque la distancia también complica su estudio: el frío y la lejanía hacen aún más difícil detectar cualquier atmósfera posible, incluso para el mismísimo Webb.
Según los responsables del estudio, queda margen para la esperanza: quizás estos planetas externos conserven atmósferas con agua u otros gases, pero tendremos que esperar a observaciones más profundas para saberlo.
Un giro inesperado en la exploración exoplanetaria
Así que no, por desgracia el planeta que parecía más prometedor para albergar vida en TRAPPIST-1 probablemente sea solo una roca inhóspita. La lección es clara: la búsqueda de mundos habitables es mucho más complicada de lo que creíamos, y la combinación de una “zona habitable” con una atmósfera ideal no es ni frecuente ni sencilla de encontrar.
Pero tranquilos, que la historia no termina aquí… Hay toda una galaxia esperando a ser explorada, planeta por planeta, con la mirada puesta siempre en el cielo, y también un poco en el corazón.




