¿Alguna vez te has planteado qué hay dentro de una llamarada solar cuando la miras en el máximo detalle posible? Hasta ahora, la respuesta era un misterio. Pero el pasado 8 de agosto de 2024, el ojo tecnológico del Telescopio Solar Inouye clavó su mirada en nuestro astro y capturó la instantánea más rompedora de una llamarada jamás tomada. Lo que han visto aquellos científicos no solo impresiona: cambia las reglas de juego de la ciencia solar.
Llamaradas solares como nunca antes se habían visto
Imagina una explosión en la superficie del Sol, energía desbordada escapando a la velocidad de la luz, atravesando el espacio y, tal vez, alterando nuestras comunicaciones aquí abajo. Así son las llamaradas solares. Pero lo que realmente ocurre en su interior está, o mejor dicho estaba, escondido para la mayoría de telescopios. Hasta ahora.
El Telescopio Solar Inouye —joya de la astronomía solar y orgullo del NSO estadounidense— enfocó el 8 de agosto de 2024 una imponente llamarada de clase X1.3 justo cuando comenzaba a apagarse. La imagen, con una resolución jamás alcanzada, abarca una franja aproximadamente cuatro veces el diámetro de la Tierra. Sí, lo has leído bien: cuatro veces nuestro planeta, y cada detalle cuenta.

El descubrimiento: bucles magnéticos superfinos
Pero, ojo, la magia real está en los diminutos arcos de plasma llamados bucles coronales. ¿Qué son? Son delicados filamentos energéticos que siguen las líneas invisibles del campo magnético del Sol. Pues bien, el Inouye ha logrado lo que hasta hace poco parecía ciencia ficción: fotografiar estos bucles con grosores de apenas 21 a 48 kilómetros. Jamás antes se había conseguido algo igual: los más pequeños jamás vistos y, francamente, ni soñados.
Para que te hagas una idea —poniéndolo en escala terrestre— esos bucles son tan finos como una gran autopista, perdidos en el océano magnético de nuestro Sol. Cientos de ellos, formando entramados sobre una llamarada que, a simple vista, parece un único chispazo.
Por qué importa: el Sol en su verdadera escala
¿Sabías que estos bucles, aunque diminutos, podrían ayudarnos a entender por qué el Sol se comporta como lo hace? La explosión de energía que los origina alimenta tormentas solares capaces de enredarnos los satélites, causar apagones o desbordar las auroras boreales. Comprender cómo se forman y evolucionan es, literalmente, cuestión de futuro tecnológico en la Tierra.
La clave de este avance ha sido observar la luz en la longitud de onda H-alfa (656,28 nm), la misma que prefieren los expertos para desentrañar los secretos más finos del plasma solar. El Visible Broadband Imager (VBI) del Inouye puede “ver” estructuras tan reducidas como 24 km. Eso es más de dos veces y media la nitidez de cualquier otro telescopio solar en activo.
Un salto histórico en la ciencia solar
Para el joven investigador Cole Tamburri y su equipo, lo sorprendente es ver con claridad lo que antes solo podían imaginar: “Ahora lo vemos”, afirma, “estos son los bucles más pequeños jamás fotografiados en el Sol”.
¿Y la imagen? Increíble. Filamentos oscuros arquearse como una tela finísima, casi irreal, sobre las zonas más brillantes de la llamarada… hasta las estructuras triangulares y curvas que saltan a la vista en cuanto uno se detiene a observar.
En el fondo, todo se resume en una frase: por fin estamos viendo al Sol en la escala donde de verdad ocurre la acción. Un pequeño paso para la astronomía y, quizá, un salto de gigante para prever cómo el clima espacial podría revolver nuestros días en la Tierra. El futuro se escribe con luz solar… y con píxeles a escala casi microscópica.




