¿Puede el dióxido de carbono reescribir la historia de la formación planetaria? Un hallazgo reciente en la región estelar NGC 6357 parece avisarnos que no todo está escrito en piedra… o en hielo, como creíamos.
El disco que desafía las reglas: XUE 10 y su misterioso exceso de CO2
Allí donde florecen las nuevas estrellas, los astrónomos se han topado con una rareza cósmica. Un disco de formación planetaria que no solo tiene menos agua de lo habitual, sino que derrocha dióxido de carbono (CO2) a montones. Hablamos de la joven estrella XUE 10, cobijada entre los tentáculos de gas y polvo de la nebulosa NGC 6357, a unos 1,7 kiloparsecs de nosotros (sí, unos 53 billones de kilómetros, nada menos).
¿Qué tiene de especial? Pues que, en lugar del esperado vapor de agua, el JWST (James Webb Space Telescope) detectó un potente grito espectral de CO2. Y este comportamiento es, cuanto menos, desconcertante. Tradicionalmente, creemos que estos discos son auténticos laboratorios de agua, con hielo que cruza de fuera a dentro y que, al calor de la proximidad estelar, se evapora y llena de vapor las regiones interiores del disco. Pero aquí, nada de eso: apenas señales de agua y, en cambio, una boina invisible de gas carbónico.
¿Qué está pasando con la química cósmica?
Lo cierto es que todo el proceso pone patas arriba nuestras ideas previas sobre la formación de planetas. Jenny Frediani, doctoranda en la Universidad de Estocolmo y cabecilla del estudio, lo admite abiertamente: no encaja en los modelos convencionales.
¿Por qué tanta diferencia? ¿Por qué ese “baño” de CO2 justo donde creemos que debiera dominar el agua? Una de las pistas la da la radiación ultravioleta extrema, ya sea de la propia estrella joven XUE 10, que no está sola en el vecindario, o de otros monstruos estelares cercanos. Esta radiación intensa parece estar “cocinando” y transformando los ingredientes del disco, multiplicando el CO2 y dejando al agua prácticamente seca.
Nuevas claves ocultas en los isótopos
Pero aún hay más: el Webb no solo identifica CO2, sino variantes isotópicas raras, con extrañas mezclas de carbono-13 y oxígenos poco comunes (17O y 18O). Estos pequeños rastros atómicos pueden ser una cápsula del tiempo, guardando la química original de la nube que dio pie a nuestro propio Sistema Solar. Meteoritos y cometas arrastran esas mismas “firmas” y, gracias a estos hallazgos, podríamos por fin acercarnos a responder esos viejos misterios de nuestros orígenes.
El Telescopio Webb y la colaboración XUE: radiografiando viveros estelares
El JWST sigue revolucionando la astronomía milímetro a milímetro. Su visión infrarroja es perfecta para asomarse a estos discos polvorientos y hurgar en la química que esconde. Esta vez, el logro viene de la mano de la colaboración eXtreme Ultraviolet Environments (XUE), que centra sus ojos (ópticos y electrónicos) en cómo los entornos irradiados intensamente desvían el destino de la formación planetaria.
- ¿Nacen los planetas en discos ricos en agua o, a veces, en ambientes dominados por el CO2?
- ¿Es la radiación ultravioleta capaz de torcer la receta cósmica para crear mundos completamente distintos?
- ¿Puede esto explicar la variedad de planetas que estamos comenzando a descubrir en otras estrellas?
¿Un indicio de planetas diferentes?
Este hallazgo en NGC 6357 no solo resalta la increíble diversidad de los sistemas planetarios nacientes, sino que también nos obliga a ampliar la paleta de posibilidades sobre cómo, y con qué ingredientes, se hacen los planetas. La riqueza en dióxido de carbono podría afectar a la futura composición de atmósferas, océanos… quizá hasta a la posibilidad de vida, aunque eso es otra discusión.
Por ahora, queda claro que el cosmos nunca deja de sorprendernos. Y cuanto mejor miramos, más nos cuestionamos lo que dábamos por supuesto. ¿Estaremos a las puertas de entender de verdad cómo se hacen realmente los mundos?

Imagen: Región de formación estelar NGC 6357 con la estrella joven XUE 10. Crédito: Stockholm University / María Claudia Ramírez.
Para los apasionados de la astronomía y quienes seguimos el pulso de los nuevos sistemas planetarios, este tipo de noticias son dinamita: nos recuerdan que ahí fuera todo es más complejo, más rico y, definitivamente, más sorpresivo de lo que imaginábamos.




