El misterio detrás del origen de los tres objetos interestelares que visitaron nuestro sistema solar

¿Te imaginas un trozo de otro sistema solar cruzando nuestro vecindario? Los objetos interestelares como ‘Oumuamua o Borisov no solo son rarísimos, sino que además guardan secretos sobre la historia —y la enorme diversidad— de la propia Vía Láctea. Una reciente investigación ha logrado rastrear su origen, desvelando edades que van desde el primer estallido de planetas hasta épocas mucho más recientes. ¿De dónde vinieron estos visitantes intergalácticos y qué nos cuentan sobre el turbulento pasado de nuestra galaxia?

Los tres viajeros interestelares: ‘Oumuamua, Borisov y Atlas

En los últimos años, apenas un puñado de objetos interestelares han sido detectados atravesando nuestro Sistema Solar. Entre estos, tres son los protagonistas de una investigación fresquita salida de Harvard: el mítico ‘Oumuamua (descubierto en 2017), el espectacular cometa Borisov (2019) y el recién llegado Atlas, avistado este mismo año.

Pero, más allá de su fugaz visita, ¿qué sabemos sobre su origen? Un equipo encabezado por el estudiante Shokhruz Kakharov y el mediático astrofísico Avi Loeb ha realizado el seguimiento más detallado hasta la fecha a sus trayectorias, tirando de potentes simulaciones para reconstruir sus historias a lo largo de la Vía Láctea.

Simulaciones galácticas para detectives cósmicos

Utilizando el software GalPot, que esencialmente recrea en supercomputadora el potencial gravitacional de nuestra galaxia, los científicos retrocedieron en el tiempo las órbitas de estos tres objetos, intentando desenmarañar su lugar de origen. El resultado es fascinante: cada uno de estos viajeros, conocidos como ISO (objetos interestelares), surgió de una región distinta de la galaxia y en épocas también muy diferentes.

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Atlas: el decano interestelar

La gran sorpresa del estudio apunta a Atlas, el más antiguo de los tres, con la friolera de 4.600 millones de años a sus espaldas. Su punto de partida estaría en el disco grueso de la Vía Láctea, una parte del cosmos donde predominan estrellas veteranas y de baja cantidad de metales, formadas en los albores de nuestra galaxia.

‘Oumuamua y Borisov: juventud y madurez galáctica

¿Y ‘Oumuamua? A pesar de todos los misterios que lo rodean —desde su extraña forma hasta teorías locas sobre naves alienígenas—, su origen es más reciente. Sus huellas lo sitúan saliendo del disco delgado, la banda estelar donde sigue naciendo la mayoría de las estrellas, con apenas alrededor de 1.000 millones de años de edad. Borisov llegaría al podio intermedio: también hijo del disco delgado, cuenta con unos 1.700 millones de años en su «pasaporte cósmico».

Expulsados a lo largo de toda la historia de la galaxia

Una de las conclusiones que destroza viejos mitos: no hay una única era dorada para la expulsión de estos visitantes. Los ISO no solo provienen de sistemas de planetas recién formados y su juventud efervescente, sino que pueden haber sido lanzados desde mundos ancianos, marcando la historia de la Vía Láctea de principio a fin.

Según Kakharov, la morada y la edad de estos objetos cuentan una historia de expulsiones continuas, de sistemas planetarios que pierden rocas y hielos hacia el espacio interestelar, década tras década, milenio tras milenio.

¿Qué más podríamos descubrir gracias a estos mensajeros?

Imagina los secretos ocultos en los hielos y minerales de Atlas, la juventud errante de ‘Oumuamua, o los compuestos exóticos de Borisov: fragmentos, en suma, de historias que no pertenecen a nuestro Sol, ni siquiera a nuestro rincón estelar. Cada uno de estos objetos es una cápsula del tiempo intergaláctica. Y apenas estamos comenzando a leer sus mensajes.

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Quizá, si seguimos captando más objetos interestelares en el futuro, podamos mapear una auténtica genealogía de los planetas lejanos. Mientras tanto, sus trayectorias nos recuerdan que todo —absolutamente todo— en la Vía Láctea está más mezclado de lo que imaginábamos.

¿Quién será el próximo visitante? Solo el firmamento tiene la respuesta.

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