¿Y si te dijera que Marte alguna vez tuvo playas y deltas? No es un sueño ni ciencia ficción: las cicatrices del antiguo océano marciano siguen ahí, si sabes dónde mirar. Descifrarlas nos acerca —quizá más que nunca— a los días húmedos de un vecino planetario que pudo abrazar la vida.
Un océano en el hemisferio norte de Marte: ¿mito, esperanza o nuevo hallazgo?
Durante décadas, la astronomía ha coqueteado con la idea de que Marte no siempre fue ese desierto oxidado que conocemos. Ahora, la comparación entre formaciones rocosas terrestres y marcianas ha aportado munición fresca al argumento: el hemisferio norte marciano, hace miles de millones de años, pudo haber estado cubierto por un inmenso océano. Sí, un océano real, con sus ríos desembocando en deltas que hoy solo son cicatrices petrificadas en la corteza polvorienta del planeta rojo.
La importancia vital del agua (y lo que implica para la vida marciana)
Vamos al grano: la vida, tal y como la conocemos en la Tierra, no puede existir sin agua líquida. Y cuanto mayor sea la evidencia de agua antigua en Marte, más motivos tendrán los científicos para soñar —y buscar— rastros de vida ancestral. No hablamos solo de rusos intentando plantar patatas en Marte, sino de rastros genuinos: moléculas orgánicas o fósiles diminutos aguardando pacientes bajo el regolito marciano.
Analizando cicatrices antiguas: deltas y ríos que ya no existen
El equipo investigador, liderado por Cory Hughes (Universidad de Arkansas), aplicó una técnica poco habitual: comparar deltas y cinturones fluviales terrestres muy antiguos con los que se observan desde la órbita de Marte. Su laboratorio natural en la Tierra: los acantilados de arenisca formados por un río de hace 300 millones de años en Arkansas. Lo increíble fue descubrir que la forma, estructura y ramificación de esas crestas de roca encajan con lo detectado en Marte. Coincidencia, no lo parece.
Los ríos hacen mucho más que fluir y erosionar. A medida que serpentean hacia el océano, su velocidad baja, y los materiales que arrastran —arcillas, limos, arena— se depositan, formando deltas. Una vez que el río se queda sin fuerza para arrastrar sedimentos pesados, empieza a estrangular su movimiento lateral: el cinturón de canales se estrecha, dejando huella en la topografía.
La huella inconfundible: zonas de remanso, deltas y dorsales invertidas
En la jerga geológica, la zona de remanso define donde el río pierde tono antes de abrazar el océano. Son regiones extensas, como la que en la Tierra empieza mucho antes de la desembocadura del Misisipi. En Marte, ver rastros de zonas tan amplias desde el espacio solo encaja con ríos que se precipitaban en algo colosal: un mar o un océano, ni más ni menos.
Y cuando los ríos se secan, su lecho (recubierto de arena y grava gruesa) puede convertirse en piedra. Con el tiempo y tras perder sus márgenes blandas por erosión, esa arenisca maciza emerge como cresta, formando lo que llamamos una dorsal topográficamente invertida. Marte, sin placas tectónicas, facilita que estas “cicatrices” sean aún más claras y persistentes. Así, leer el mapa de deltas invertidos en Marte es como ver una radiografía de su pasado húmedo.
Un delta invertido, la Tierra y Marte: nuestra piedra Rosetta marciana
Lo maravillosamente irónico de todo esto es que solo se conoce un delta fluvial invertido fossilizado en la Tierra, ese rincón de Arkansas analizado por los investigadores. Así que, al entender ese registro fósil tan poco común aquí, podemos descifrar kilómetros y kilómetros de antiguos deltas invertidos en Marte. Un hallazgo clave: porque donde hubo un delta, hubo río, y donde hubo río… hubo, muy probablemente, un mar al acecho. El océano marciano emerge, paciente, entre líneas de piedra y polvo rojo.
- ¿Qué pescarían los astrónomos si pudieran hurgar allí? No sardinas marcianas, claro. Pero sí fragmentos de historia: minerales alterados por el agua, microfósiles, o incluso señales químicas que hablen de reacciones biológicas pasadas.
- ¿Y ahora qué? Seguir escudriñando esas dorsales, buscar más deltas invertidos, cruzar datos con los análisis de Perseverance y, sobre todo, no dejar nunca de preguntarse: ¿fue Marte alguna vez azul?
En el gran puzle de la historia marciana, estos deltas invertidos son piezas que encajan con fuerza. Lo siguiente es claro: si Marte escondió ríos, lagos y mares, tal vez no haya que rascar mucho más para encontrar las primeras pistas de vida fuera de la Tierra.

Estructuras ramificadas observadas en Marte: pistas inequívocas de antiguos deltas invertidos y la posible existencia de un océano.




