Así de insignificantes eran los campos magnéticos al nacer el universo

¿Te imaginas un universo primigenio tan débilmente magnetizado que ni siquiera iguala la fuerza de un imán de nevera? Pues así de sutil era el campo magnético en los albores del cosmos. Pero, ¿cómo dejamos constancia de algo tan efímero e invisible? Hoy te cuento cómo los científicos han rastreado estos rastros ancestrales y qué secretos nos revelan sobre la formación de nuestro universo.

Campos magnéticos: una presencia casi fantasmagórica en el universo temprano

Si te dieran a oler, metafóricamente, el magnetismo que existía poco después del Big Bang, seguro que no lo notarías. Era increíblemente sutil. Según un reciente y colosal estudio internacional, estos campos primordiales eran miles de millones de veces más tenues que el imán que usas para poner la lista de la compra en la nevera. Así de paredes afuera, casi inexistentes. Se parecían más bien al chispazo magnético minúsculo que generan nuestras neuronas. ¿Te lo esperabas? Yo tampoco.

Sin embargo, a pesar de su ínfima intensidad, las huellas de esos campos siguen presentes. Y revelan pistas esenciales: porque, aunque parezcan haber pasado desapercibidos, siguen conectando las grandes estructuras del universo. Eso que los astrofísicos llaman la red cósmica.

Así de insignificantes eran los campos magnéticos al nacer el universo

Una maraña magnética que teje el cosmos

La red cósmica es una especie de superestructura filiforme y gigantesca —imagínate una telaraña a escala astronómica— que conecta galaxias, cúmulos y materia intergaláctica. ¿El misterio? No solo está magnetizada cerca de las galaxias, que sería lo lógico, sino en pleno vacío, en regiones donde apenas hay nada. Eso desconcierta. ¿Por qué hay magnetismo allí?

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Mak Pavicevic, estudiante de doctorado y uno de los cerebros tras el descubrimiento, junto a Matteo Viel, lo explica así: “Sospechábamos que esto es un eco de lo que ocurrió durante el nacimiento del universo, ligado a fenómenos físicos en los primeros instantes cósmicos. Tal vez quedaron magnetizados durante la inflación cósmica —esa expansión brutal precedente al Big Bang— o durante las llamadas transiciones de fase posteriores”.

El desafío computacional: más de 250.000 universos simulados

El equipo, formado por expertos de SISSA y universidades de todo el mundo, se puso manos a la obra con una cifra mareante de simulaciones informáticas: un cuarto de millón. Sí, 250.000 universos virtuales creados desde cero para explorar cómo la presencia de un campo magnético débil modelaría la red cósmica.

Vid Irsic, de la Universidad de Hertfordshire, subraya la magnitud: “Nunca antes se había trabajado con simulaciones tan realistas a esta escala para investigar el papel del campo magnético primordial en el cosmos intergaláctico”. Un hito técnico, vamos.

Comparando simulaciones y realidad: el puzzle magnético encaja

La siguiente jugada fue comparar esas simulaciones con datos reales de la red cósmica. Y aquí vino la gran sorpresa: el modelo donde el campo magnético ancestral apenas alcanzaba 0,2 nanogauss describía mucho mejor lo que realmente vemos. Eso es, por decirlo suave, una auténtica brizna magnética. Como si intentaras medir el suspiro de una mariposa en un huracán.

Este hallazgo ha rebajado varias veces el límite superior que se aceptaba hasta ahora para la fuerza de esos campos. Y esta precisión va a ser clave. ¿Por qué importa? Porque esos campos minúsculos influyeron en cómo se formaban las primeras estrellas y galaxias, acelerando —aunque a cámara lenta para nosotros— la arquitectura actual del universo.

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El futuro: mirando aún más lejos con nuevos telescopios

  • Estos resultados abren nuevas puertas: podremos afinar más las medidas con observatorios punteros como el James Webb.
  • Quizá entonces podamos responder preguntas como: ¿cómo y cuándo surgieron los grandes imanes cósmicos que hoy gobiernan galaxias enteras?

En resumen: hay historias aún más sutiles que la propia luz del universo. Y gracias a la perseverancia de quienes simulan universos y escudriñan el cosmos, vamos reconstruyendo la épica callada sobre cómo el magnetismo ha tejido los hilos ocultos de nuestro cosmos. Dejar rastros invisibles… eso también es hacer historia.

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