Así ha fotografiado el telescopio Webb un disco donde nacen lunas a tan solo 625 años luz de la Tierra

¿Te has preguntado alguna vez cómo y dónde nacen las lunas en otros sistemas estelares? Pues toma asiento, porque el James Webb lo ha vuelto a hacer: por primera vez, tenemos una mirada directa al taller de lunas de un mundo joven situado a 625 años luz. Y lo que encontró no es solo emocionante. Es una ventanita hacia nuestros propios orígenes cósmicos.

Un “anillo de fabricación lunar” a la vista

El protagonista de esta historia galáctica es CT Cha b, un joven exoplaneta que baila alrededor de una estrella que ni siquiera llega a los 2 millones de años de edad. ¿Qué tiene de especial? Pues que va acompañado de un contundente disco de polvo y gas repleto – sí, has leído bien – de moléculas ricas en carbono. Imagina ese disco como el esqueleto de lo que, en un futuro no tan lejano, podría convertirse en una colección de lunas recién salidas del horno cósmico.

Así ha fotografiado el telescopio Webb un disco donde nacen lunas a tan solo 625 años luz de la Tierra

La investigación que desvela lo invisible

¿Cómo han conseguido “ver” algo así? El secreto está en la instrumentación infrarroja del James Webb, que con el instrumento MIRI y un espectrógrafo afilado como un bisturí, ha diseccionado la luz perdida en el resplandor de la estrella central. Sacar la señal del planeta y su disco ha costado meses de paciencia y técnicas de alto contraste. Pero la recompensa ha merecido el esfuerzo: en ese disco, siete moléculas diferentes, cargadas de carbono, han saltado a la palestra. Nada de agua. Un contraste abismal respecto al disco de la estrella madre, mucho más “acuoso”.

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¿Por qué importa tanto el carbono?

Buena pregunta. El carbono es el ladrillo de la vida como la conocemos y, en la arquitectura cósmica, su presencia marca la diferencia entre un vecindario estéril y uno lleno de posibilidades químicas apasionantes. Entre las moléculas detectadas, acetileno y benceno, auténticas joyas para la química prebiológica. Y lo fascinante: todo esto sucede en apenas 2 millones de años, lo que sugiere que la evolución química en estos discos es mucho más vertiginosa de lo que pensábamos.

Una fábrica de lunas y planetas en directo

Aunque aún no se observa ninguna luna en formación alrededor de CT Cha b (habrá que esperar a instrumentos aún más sensibles), lo que nos muestran los datos es el mejor retrato hasta la fecha de las “materias primas” involucradas. Como dice Sierra Grant, una de las líderes del estudio, observar esto es como husmear en el taller donde realmente se ensamblan planetas y lunas.

Un paralelismo con nuestro barrio cósmico

En nuestro Sistema Solar hay más de 400 lunas orbitando planetas gigantes, pero el proceso que originó a esos satélites lleva 4.000 millones de años enterrado bajo capas de historia y colisiones. Observarlo en vivo en otros sistemas es como descubrir los bosquejos originales de la receta, mucho antes de que comenzaran los retoques finales.

El futuro: más lunas aún por desvelar

Este tipo de descubrimientos abren nuevas preguntas: ¿Cuántas lunas se pueden fabricar en estos discos? ¿Pueden algunas hospedar vida? Lo cierto es que la balanza parece estar del lado de las lunas: podría haber muchas más que planetas ahí fuera y, con telescopios como el Webb, apenas estamos rascando la superficie de este universo lunar.

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Lo que está claro es que la formación planetaria y de lunas deja de ser solo algo del pasado remoto. Ya no es una hipótesis: es un espectáculo en directo, aquí y ahora, transmitiendo desde los confines de Chamaeleon. Y lo que queda por ver, amigos, puede que supere todo lo que hemos imaginado.

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