¿Y si te dijera que, allá en los confines del cosmos, podría esconderse una criatura estelar que jamás habíamos imaginado? No, no es ciencia ficción: algunos de los astrónomos más punteros creen que han encontrado pruebas de auténticas “estrellas oscuras supermasivas” iluminando los primeros rincones del universo. Y, como verás, la historia detrás de este descubrimiento es brutal.
Una galaxia a la carrera: la misteriosa JADES-GS-z14-0
En la búsqueda obsesiva por entender cómo empezó todo, el telescopio espacial James Webb sigue sorprendiendo. El instrumento ha ampliado nuestra visión más allá de lo que nunca soñó Hubble. Y ahí, exactamente ahí, aparece la galaxia JADES-GS-z14-0: una de las más remotas jamás contempladas. No la típica postal lejana, ¿vale? Estamos hablando de una reliquia del cosmos, tan vieja que su luz arrancó apenas 300 millones de años después del Big Bang. Es decir, cuando el universo todavía estaba resolviendo qué quería ser de mayor.

¿Qué demonios es una estrella oscura supermasiva?
Seguro que has oído hablar de las “estrellas normales”: esos gigantes de gas que queman hidrógeno gracias a la fusión nuclear y mantienen vivas galaxias enteras. Pero aquí la historia se pone rara. Hay una teoría —recién espolvoreada de datos por el JWST— que apunta a la existencia de unos monstruos cósmicos nada convencionales: las estrellas oscuras supermasivas. ¿El truco? No brillan solo por fusión, sino porque en sus entrañas la materia oscura —sí, esa materia invisible que constituye casi un cuarto del universo— les da energía destruyéndose a sí misma.
Dímelo otra vez: energía de materia oscura. Ni tú, ni yo, ni nadie ha visto jamás una partícula de materia oscura, pero sabemos que está ahí porque se deja sentir en la gravedad de las galaxias. Y según estos científicos, bajo condiciones muy concretas, habría sido capaz de inflar esas estrellas hasta tamaños mastodónticos, un millón de veces la masa del Sol.
JWST confirma: candidatos para estrellas oscuras súper luminosas
La caza cósmica empezó hace años. En 2008, la astrofísica Katherine Freese y su equipo imaginaron cómo estas estrellas podrían haber despuntado poco después del Big Bang, sembrando los primeros agujeros negros supermasivos que hoy encontramos en el corazón de los cuásares. Pero fue el JWST, con su vista de halcón en el infrarrojo lejano, el que descubrió en serio a cuatro candidatos: JADES-GS-z14-0 y sus parientes JADES-GS-z14-1, JADES-GS-13-0 y JADES-GS-z11-0.
Lo alucinante es que los espectros y la forma de estas galaxias encajan mejor con una estrella oscura supermasiva que con una galaxia tradicional o una simple nube primordial. Dicen los astrónomos: enormes bolas de hidrógeno y helio, luz tremenda pero estructura tan dilatada que recuerda a una nube de algodón cósmico gigante… sostenida por los fuegos invisibles de la materia oscura.
Así lo explica Cosmin Ilie, que lideró el último estudio: “Hemos encontrado, por primera vez, candidatos espectroscópicos a estrellas oscuras supermasivas, situados a un corrimiento al rojo de 14”. Eso, traducido del astrofísico, significa ver fósiles cósmicos de apenas unos cientos de millones de años tras el Big Bang. Casi nada.
Las grandes preguntas: ¿de dónde salieron los agujeros negros supermasivos?
Aquí viene lo gordo. ¿Te horroriza que existan agujeros negros súper primitivos y gigantescos ya en el primer acto del universo? Nadie sabe aún de dónde salieron tantos… salvo quizás, si tuvieron una infancia como estrellas oscuras supermasivas. Si el JWST sigue encontrando estos candidatos, podríamos estar ante la llave para entender los inicios más tumultuosos del cosmos.
- ¿Cómo crecen tan rápido los agujeros negros del universo temprano?
- ¿Por qué hay galaxias tan luminosas y compactas, cuando el modelo clásico ni las contempla?
- ¿Es, finalmente, la materia oscura menos “oscura” de lo que creíamos?
Materia oscura: la eterna esquiva
No olvidemos la verdadera magia detrás de todo esto: la materia oscura. Todavía nadie la ha visto directamente. Las mejores apuesta para su composición sigue siendo la famosa WIMP («Partícula Masiva de Interacción Débil»). Si algún día las detectamos, podríamos demostrar de una vez por todas qué hace que el universo funcione… y de paso, saber si esas antiguas estrellas oscuras realmente existieron o solo son el espejismo más seductor de la astrofísica moderna.
El futuro: ahora todo cuadra (o no…)
La investigación, además de abrir mil caminos, pone sobre la mesa que nuestra visión sobre el origen de las galaxias y los agujeros negros puede que esté —si me permites la expresión— patas arriba. Si en verdad hay estrellas oscuras supermasivas en el registro del James Webb, no solo será un bombazo para los libros de texto, sino que también nos dará jugosas pistas para resolver algunos de los misterios más profundos del universo.
En resumen, prepárate: porque lo que hoy nos parece inalcanzable podría ser materia de titulares, incluso antes de lo que esperamos. El cosmos guarda secretos. Y, por fin, estamos empezando a entenderlos.




