Imagina un par de alas cósmicas extendidas en medio de la nada, tan vastas como el propio misterio del Universo, y ahora visualiza a uno de los telescopios más avanzados de la Historia —el James Webb— desgranando su corazón centelleante. Así es: la Nebulosa de la Mariposa, esa joya etérea en Escorpio a 3.400 años luz, acaba de revelar secretos jamás soñados. ¿Listo para el viaje?
La meticulosa disección del núcleo de la Nebulosa de la Mariposa
Durante siglos, los astrónomos han observado la Nebulosa de la Mariposa, oficialmente NGC 6302, fascinados por sus formas caprichosas. Pero fueron las lentes infrarrojas del Webb —telescopio de la NASA, la ESA y la CSA— las que por fin pudieron escudriñar su interior polvoriento y destapar el verdadero motor de tan espectacular fenómeno cósmico.
Y es que aquí nada es lo que parece. En el centro, una antigua estrella semejante al Sol se camufla tras una densa banda de polvo, como si jugara al escondite mientras muere. Rodeada de un toroide (sí, ¡como una rosquilla cósmica!), la estrella central apenas deja escapar su luz, demasiado velada en el rango óptico… pero brillando como nunca en el infrarrojo.
La efímera vida de una nebulosa planetaria
Las nebulosas planetarias —pese a la confusión de su nombre— nada tienen que ver con planetas reales. Su origen está en el ocaso de las estrellas medianas, entre 0,8 y 8 masas solares. Cuando estas agotan su combustible, se desprenden de sus capas externas creando espectáculos como el que nos ocupa. Duran lo que un parpadeo en el calendario del cosmos: apenas 20.000 años. Eso es un abrir y cerrar de ojos, ¿no?
Alas bipolares y cuerpos escondidos: la estructura de la Mariposa
Lo alucinante de NGC 6302 es esa forma de mariposa, doble lóbulo o ‘alas’ abiertas en direcciones opuestas. Lo que llamamos ‘cuerpo’ en realidad es un anillo de gas y polvo tan tupido que llega a ocultar totalmente el astro moribundo. Este toroide impide que el gas se escape uniformemente, moldeando las alas de la mariposa cósmica y, al mismo tiempo, genera ese brillo fantasmal observable incluso desde la Tierra.

La imagen definitiva del Webb: polvo, gas y un secreto revelado
Gracias al Instrumento de Infrarrojo Medio (MIRI) del James Webb, y los datos complementarios del gigante chileno ALMA, los astrónomos obtuvieron una imagen detalladísima del núcleo. ¿Te imaginas cerca de 200 líneas espectrales diferentes, una sinfonía de átomos y moléculas bailando en distintas capas? Así es como se cartografía la química interestelar y se revelan zonas de silicatos cristalinos (¡como cuarzo!), polvo cósmico de formas insólitas y tamaños minúsculos —aunque si hablamos de millonesimas de metro, en el espacio se considera… ¡enorme!—.
Detectando la estrella fantasma
A través del polvo, lo nunca antes visto: la estrella central, una de las más calientes conocidas, con unos vertiginosos 220.000 kelvin. Casi indetectable en el visible, ahora se sabe que calienta y hace brillar nubes de polvo a su alrededor, volviendo loco al infrarrojo. El polvo ha sido tan eficaz ocultando a esta estrella que los intentos previos fracasaron. Pero a Webb, ningún misterio le es suficiente. Ahora sabemos quién es el «motor» de la mariposa.
Chorros, capas y moléculas exóticas
El polvo y los gases, lejos de distribuirse de forma homogénea, exhiben una estructura en capas, con zonas anidadas donde la energía y la química varían. Cerca del centro, los iones más energéticos; alejados, los menos intensos. Desde el centro, dos jets o chorros expulsan hierro y níquel, dibujando caminos fugaces hacia los bordes.
Y ahí va la sorpresa: el Webb ha cazado moléculas conocidas como hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), que forman estructuras planas y complejas. En la Tierra, estos HAP aparecen en el humo de fogatas, en los escapes de coche, hasta en el pan quemado. Detectarlos aquí, en una nebulosa planetaria rica en oxígeno, es una de esas cosas que excitan a cualquier científico: prueba que la vida molecular se abre paso donde menos lo esperarías.

El próximo capítulo: mariposas, polvo y un Universo vibrante
La Nebulosa de la Mariposa es, por ahora, un laboratorio cósmico privilegiado. Con el Webb destripando su núcleo y ALMA midiendo su polvo, las preguntas abiertas se multiplican: ¿Qué ocurre con estos compuestos exóticos? ¿Cómo afecta el toroide al devenir final de la estrella? La respuesta está, probablemente, solo al alcance de quienes sigan explorando —sin miedo— el lado más salvaje y asombroso del firmamento.
¿Habrá más mariposas por descubrir, ocultas a simple vista pero centelleantes en el infrarrojo? La aventura apenas comienza.




